viernes, 3 de mayo de 2013

Matías Durango de los Arcos (1636-1698)

Matías Durango de los Arcos. * Falces (Navarra), 1636. †  Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), 11-XI-1698. Tenor, arpista y maestro de capilla.


Matías Durango de los Arcos nació en Falces (Navarra) en 1636. Matías Sáez de Ocáriz ha descubierto la partida de bautismo de una hija de Matías Durango, que se llamaba María Clara, bautizada el 19 de agosto de 1666 en Santa María de Palacio de Logroño, parroquia de la que entonces Durango era maestro de capilla. En esta partida de bautismo aparecen los nombres de los padres de Matías Durango (Andrés de Durango e Isabel de los Arcos), así como el nombre de su mujer (María de León). La partida de bautismo es la siguiente:
“En diez y nueve de agosto de mil y seiscientos y sesenta y seis, yo, Dn. Juan Bautista Sáenz de Tuyo, cura de la imperial iglesia de Santa María de Palacio, bauticé a María Clara, hija legítima de Dn. Matías de Durango, maestro de capilla de la dicha Iglesia y María de León, su legítima mujer. Abuelos paternos: Andrés de Durango e Isabel de los Arcos. Maternos: Jerónimo de León y María Asensio. Fueron padrinos don Urbán Cabezón y Jerónima Cabezón, y lo firmé ut supra: Juan Bautista Sáenz de Tuyo”.
Matías Durango debió ser hermano de Juan de Durango (1632-1696), arpista y cantor en el monasterio de El Escorial, que también era natural de Falces. Juan de Durango llegó a ser maestro de capilla de El Escorial, lo que explica que algunas de las obras de su hermano Matías se conserven en el archivo de música de este monasterio.
Matías Durango fue mozo de coro en la catedral de León en los años 40 del siglo XVII. En León fue discípulo de Tomás Micieces (1624-1664) y condiscípulo de Miguel de Irízar (1635-1684), quien posteriormente llegaría a ser maestro de capilla de Segovia. Al marchar Micieces a regentar el magisterio de capilla de la catedral de Toledo en noviembre de 1650, los dos discípulos decidieron marchar junto a su maestro. Así, el 17 de octubre de 1650 aparece lo siguiente en las actas capitulares de la catedral de León: “Leyóse petición de Matías de Durango y Miguel de Irízar, colegiales de San José, en que piden licencia para irse a Toledo con el maestro de capilla y que se les dé algo por lo que han servido para vestirse y el camino, y se cometió a diputación y fábrica plenariamente”. El cuatro de noviembre se da cuenta en el Cabildo leonés del dinero que se gastó por “haber tenido de costa vestir y acomodar de viaje a los dos seises que se despidieron y llevó el maestro Micieces”. En Toledo, Durango e Irízar coincidirían con Pedro de Ardanaz (1638-1704), discípulo también de Tomás Micieces, quien llegaría a ser maestro de capilla de las catedrales de Pamplona y de Toledo. De hecho, en las cartas que Ardanaz envió a Irizar, y que se conservan actualmente en la catedral de Segovia, se dirige a éste como “condiscípulo y amigo”.
En 1660 Matías Durango estaba ya en Logroño. Esto se sabe gracias a las oposiciones que en 1660 realizó para el magisterio de capilla de la catedral de Lérida, en cuyas actas figura como “magister cantus civitatis de Logronyo regni Castella”. Debía ser, en concreto, maestro de capilla de la parroquia de Santa María de Palacio, tal como aparece en la partida de bautismo de su hija María Clara de 1666 que hemos visto. El examinador de las oposiciones en Lérida, Felipe Perelló, maestro de capilla de la catedral de Tarragona, informó entonces que “no lo juzgaba idóneo y hábil para obtener el magisterio”. Aunque por esta época estaba casado con María de León, con la que tuvo al menos una hija, posteriormente debió enviudar y ordenarse sacerdote, sin que por ahora se conozcan las fechas concretas de lo uno y lo otro. Sabemos que en 1688 ya era presbítero, pues, al pretender por primera vez el magisterio de capilla de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, Matias Durango afirma que es sacerdote.
En 1672 fue contratado como maestro de capilla de la parroquia de Santa María de Viana (Navarra) con un sueldo de 250 ducados. Diego de Cáseda y Zaldívar (ca. 1638-1694) había regido esta capilla anteriormente, de 1662 a 1669. Matías Durango parece ser que estuvo en Viana hasta que fue contratado como maestro de capilla de la colegiata de Santa María de la Redonda de Logroño en septiembre de 1678[8]. Diego de Cáseda también había regido esta capilla antes de marcharse al Pilar de Zaragoza en 1673. Matías Durango estuvo en Logroño hasta agosto de 1686, cuando fue contratado por la catedral de Palencia como “músico arpista y voz de tenor”. Previamente había ya intentado cambiar de puesto, escribiendo en noviembre de 1684 una carta al Cabildo de la catedral de El Burgo de Osma (Soria) en la que pedía ser oído como aspirante al cargo de maestro de capilla, a la vez que ofrecía “hacer la fiesta de Navidad” de ese año. Ese mismo mes de noviembre de 1684, en la catedral de Siguënza (Guadalajara) se recibió una carta mandada desde Logroño por Matías Durango en la que éste se ofrecía como aspirante al magisterio de capilla, entonces vacante. Al mismo tiempo, Diego de Cáseda escribió otra carta a la catedral de Sigüenza recomendando como maestro de capilla a un discípulo suyo, Pedro Ventura Enciso (+ 1698), quien sería el que finalmente se llevó la plaza. Por la misma época escribió a la catedral de Ávila, donde se hallaba vacante el magisterio de capilla por la marcha del anterior maestro, Juan Bonet de Paredes (ca. 1647-1710), solicitando el puesto.
Matías Durango estuvo en la catedral de Palencia poco más de un año, de agosto de 1686 a octubre-noviembre de 1687. Allí coincidió con Sebastián Durón (1660-1716) que en noviembre de 1686 fue contratado como organista de la catedral. El 27 de febrero de 1687 se leyó en el Cabildo de la catedral de Palencia un memorial de Matías Durango: en él pedía ser el encargado de “echar el compás” cuando se ausentase el maestro de capilla, ya que había ejercido el oficio de maestro de capilla en diferentes iglesias “por más de 28 años”. El Cabildo no le concedió esta petición, pues argumentó que, en ausencia del maestro de capilla, era al racionero más antiguo al que le correspondía dirigir la capilla de música. Matías Durango también pidió una ayuda de costa por tocar el arpa, algo que tampoco se le concedió, ya que se le había contratado por tocar el arpa, si bien unos días más tarde se le concedió un aumento de salario precisamente por “la ocupación del arpa”. El Cabildo de Palencia envió a Matías Durango a buscar por los pueblos tiples para el coro, algo que normalmente era incumbencia del maestro de capilla. No se sabe exactamente cuándo marchó de Palencia. Ya el 28 de noviembre de 1687 se acuerda contratar a un arpista “por la ausencia de Matías Durango”. Previamente, en octubre de ese año, se recibió en la catedral de Mondoñedo (Lugo) una carta suya ofreciéndose como opositor al magisterio de capilla, si bien después se recibió otra carta excusándose de ir a opositar “por la larga distancia”.
Posiblemente se marchó de Palencia para ocupar el puesto de maestro de capilla de la colegiata de Falces, donde estuvo hasta 1695, año en que obtuvo el magisterio de capilla de la catedral de Santo Domingo de la Calzada. Ya en febrero de 1688 había intentado obtener el magisterio de capilla de esta catedral al marcharse el maestro Francisco García de Córdoba a la catedral de Tarazona (Zaragoza). El Cabildo informó entonces que se había presentado un candidato al canónigo Francisco del Valle “que dice ser sacerdote y se llama Fulano Durango”. El Cabildo, sin embargo, eligió como maestro de capilla a Mateo de la Prat Casanova, quien ocupó este cargo hasta finales de diciembre de 1694, cuando fue despedido debido al “desorden y poco recato que había tenido (…) estando dentro del coro” durante los maitines de Navidad de ese año. Aunque en principio se acordó poner edictos para la provisión de la plaza, el Cabildo calceatense decidió no convocar oposiciones para ahorrar así gastos, determinando que si alguno de los señores capitulares tenía noticia de algún candidato hábil, lo propusiera. Fue el contralto de la catedral, don Juan Antonio Manrique, quien informó al Cabildo que había escrito una carta a don Matías de Durango, “maestro de capilla de la villa de Falces”, y que éste le había contestado que “deseaba emplearse en esta Santa Iglesia en el servicio de Maestro de Capilla, si el Cabildo le diera permiso”. Sin embargo, el señor don José de Herrera había ya escrito al maestro de la catedral de Plasencia, “hijo de este obispado”, quien había salido de Plasencia para ser examinado, por lo que el señor Herrera pidió que no se admitiese a Matías Durango hasta que llegase el candidato de Plasencia. El Cabildo, sin embargo, acordó que si los informes sobre “la habilidad y suficiencia” de Matías Durango eran buenos, se le admitiese de inmediato, sin esperar al de Plasencia. Una semana después habían llegado los informes sobre la “habilidad y costumbres” del maestro de capilla de Falces y éstos eran positivos, por lo que el Cabildo ordenó que se le llamase para que viniera. El siete de marzo de 1695 Matías Durango se encontraba en la ciudad de Santo Domingo de la Calzada y fue admitido como maestro de capilla de su catedral: “entró al Cabildo con hábito de coro y, puesto de rodillas delante del señor Presidente, hizo el juramento ordinario en la forma acostumbrada, y después de haberlo hecho, dio las gracias por el favor que había recibido”.  El nuevo maestro pidió entonces un permiso de ocho días para “traer su casa y familia”.
 Una de las primeras cosas que se le encargó a Matías Durango fue tasar algunos libros que había escrito el anterior maestro de capilla, Mateo de la Prat Casanova, que aún residía en Santo Domingo de la Calzada y exigía que la catedral le pagase todo lo que le debía. Tales libros contenían “algunos salmos y himnos con algunos motetes”, por lo que posiblemente fueran libros de polifonía a facistol. A finales de julio de 1695, Durango, junto al resto de la capilla de música, avisó que se iba a Estella (Navarra), ciudad que le había contratado para celebrar su fiesta. El Cabildo concedió el permiso, pero advirtió que para otra vez se pida licencia antes de que la capilla de música sea contratada, cosa que el maestro de capilla hizo a partir de entonces. La capilla de música, con Matías Durango al frente, acudió a celebrar diversas fiestas de la comarca: en marzo de 1696 pidió permiso para ir a la villa de Navarrete (La Rioja) para celebrar la fiesta de la Cruz de Mayo, en julio de 1697 para ir a Logroño y en junio de 1698 para ir a la ciudad de Estella a celebrar la fiesta “de nuestra señora”.
En agosto de 1695 el Cabildo le encargó a Matías Durango que fuese a buscar tiples para la capilla de música. En concreto, le encargó que “si fuere posible, haga traer los dos tiples que se dice que hay muy buenos en la ciudad de Pamplona y en la villa de Laguardia, y si el que hay en Logroño quisiere venir, sea con la calidad de que primero ha de ser oído en esta Santa Iglesia y, en caso necesario, se le dé al maestro de Capilla lo que le pareciere necesario para que por sí solicite dichos tiples”. Matías Durango viajó en busca de esos tiples, aunque finalmente no se trajo los tiples de Pamplona y Laguardia (Álava), sino dos tiples de Tafalla (Navarra). Una vez que vinieron los tiples, se decidió que debían alojarse en el Hospital, junto a los demás tiples de la catedral, aunque se les prometió que “se cuidará sean bien asistidos y tratados con limpieza y se cuidará de su buena crianza”. El responsable del Hospital, el señor Castro, no quiso admitir a uno de ellos. El otro tiple era “caponcillo” y se encargó que se le diese un nuevo vestido. Ante la falta de tiples, en noviembre de 1695 se ordenó al maestro de capilla y al tenor Diego de Mago que buscaran “un tiple de buena voz y diestro”. Curiosamente, en febrero de 1696 se le paga al anterior maestro de capilla, Mateo de la Prat Casanova, que aún residía en la ciudad de Santo Domingo de la Calzada, por haber buscado un tiple en Vitoria (Álava) y haber tenido otro de Calahorra (La Rioja) en su casa.
La labor de Matías Durango en Santo Domingo de la Calzada debió transcurrir sin mayores problemas, pues ningún incidente digno de mención aparece en las actas capitulares. Sin embargo, el Cabildo calceatense reprendió en varias ocasiones al maestro por no dar lecciones de música a los tiples, una por la mañana y otra por la tarde, en el claustro de la catedral. La primera vez que se le reprende es en marzo de 1696. Se volvió a amonestarle en noviembre de ese mismo año, en noviembre del año 1697 y en julio de 1698. Aunque se le amenazaba con una multa por incumplimiento de sus deberes, parece que el Cabildo nunca cumplió esta amenaza.
Matías Durango murió el 11 de noviembre de 1698, enterrándosele gratis el día trece de ese mes. En el Libro de Difuntos (Tomo 2º, fol. 6v) se lee lo siguiente:
“Durango. En trece del dicho [mes de noviembre de 1698] se enterró en la Santa Iglesia Dn. Matías de Durango, maestro de capilla de esta S[an]ta por sacerdote pobre a honra de diez ducados gratis”.
El mismo día en que se daba cuenta de la muerte del maestro, el 14 de noviembre, se decidió escribir a Carlos García Martínez, “sochantre en las Huelgas de la ciudad de Burgos”, para que viniera a ser oído como opositor a la plaza de sochantre, vacante entonces en la catedral, y a la vez como opositor a la plaza de maestro de capilla, ya que el Cabildo sabía que había “ejercido el magisterio en la ciudad de Vitoria”. Carlos García Martínez vino finalmente de Burgos a Santo Domingo de la Calzada en mayo de 1699 para disponer la música de la fiesta del patrón de la ciudad, siendo contratado después de ello a la vez como sochantre y maestro de capilla. Mientras tanto, el organista José de Fabro y el bajonista Miguel Martínez fueron los encargados de componer los villancicos de Navidad de 1698 y la enseñanza de los tiples fue encomendada al primero de ellos.

 Obra conservada
La mayoría de las obras de Matías Durango, más de un centenar, se conserva en el archivo de la catedral de Santo Domingo de la Calzada. Además de las obras catalogadas por López-Calo en La música en la catedral de Santo Domingo de la Calzada, han aparecido varias obras más en un inventario realizado en diciembre de 2011 por Raúl Angulo Díaz y Antoni Pons Seguí. En el archivo del monasterio de El Escorial también se conservan varias de sus obras, posiblemente porque fueron enviadas por Matías a su hermano Juan, maestro de capilla del monasterio. En el archivo de música de La Redonda en Logroño se conservan tan solo dos obras (un Mirabilia y un Salve Regina coeli, ambas obras a cinco voces). Varios villancicos de Matías Durango se conservan en diversos centros españoles e hispanoamericanos: un villancico a cuatro en el archivo de música de la catedral de Valladolid (Para entretener al niño la capilla trae un juego, signatura 51/80), un villancico a ocho en la Biblioteca Nacional (Quien a tan alta mesa, signatura MC/5001/2), un villancico a cuatro en el archivo de la catedral de Guatemala (Amor obligado, signatura Nº 257) y otro villancico a cuatro en el archivo de la catedral de Bogotá (Pues mi Dios ha nacido).

Texto tomado de la introducción de la publicación:

DURANGO, Matías: Villancicos con instrumentos, edición crítica a cargo de Raúl Angulo Díaz, Fundación Gustavo Bueno, Santo Domingo de la Calzada (2012).